Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.

sábado, 13 de enero de 2018

ABIERTO A TU LLAMADA

No tengo fe y no quiero hacer las cosas por imposición o contra mi voluntad. Son frases y pensamientos que los hemos oídos muchas veces y que también lo experimentamos a lo largo de nuestra travesía. Da la sensación que el sentido común nos dice que la fe es primero, y luego vendrá la conversión. Sin embargo, Jesús empieza por llamarnos a la conversión sin nombrar para nada la fe: "Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio"... -Mc 1, 14-20-.

Confieso que en principio me extrañaba, o, al menos no lo comprendía. Será primero la fe y luego la conversión, me decía. Afortundamente, la Gracia del Espíritu, escuché en una homilía lo que interiormente buscaba de forma inconsciente. Sí, primero es la conversión, y en la medida que te abras a esa conversión, el Espíritu de Dios premiará tu disponibilidad y te inundará de fe. Así ocurrió con María, se abrió sin entender lo que el Ángel Gabriel, enviado por Dios, le proponía, y su fe empezó a nacer y crecer.

Tú, y yo, también tenemos y debemos de dar ese primer paso. No es primero la fe, sino la conversión. Responder al Señor no es cuestión de fe, sino de confianza y de disponibilidad. Su sello está en tu corazón y tú, sin saberlo, le buscas. Cuando te llama, abrete a su Palabra, y la fe se te dará por añadidura. Porque, por ti no podrás nunca encontrarla. La fe es un don de Dios, y la da a quienes se abren a su Palabra.

Por lo tanto, te pedimos Señor que nos empuje a seguirte como hizo Leví, el de Alfeo. Seguir ciegamente a tu insinuación. En nuestro Bautismo nos has configurado como sacerdote, profeta y rey, y hemos recibido la Gracia Trinitaria de tu Amor. El Espíritu Santo, el mismo que recibió tu Hijo predilecto en el Jordán, ha bajado también sobre nosotros. Él nos guiará por el desierto de nuestra vida. Danos, Señor, la fuerza y la voluntad de sostenernos siempre en tu Palabra y de abrirnos a ella, porque, seguro, después vendrá la fe de sabernos en las mejores Manos. 

Porque, Tú eres infinitamente bueno, bondadoso y misericordioso. Y en Ti encontraremos la justicia, la verdad y la paz que nos llenará de gozo y felicidad eterna. Amén.

viernes, 12 de enero de 2018

LA FUERZA DEL PERDÓN

HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS.


Jesús se presta a hacer milagros por su infinita compasión, y llevado por nuestra dureza de corazón, que no ve más allá del poder y lo espectacular. En el caso que hoy nos ocupa cura al paralítico que le presenta por la mala intención de aquellos escribas que piensan que Él no puede perdonar los pecados, pues eso sólo le pertenece a Dios. Ante esta ceguera, Jesús se ve obligado a despertarles su ignorancia y oscuridad.

Posiblemente, a ti a a mí nos ocurra algo parecido. Buscamos milagros; buscamos testimonios de gente que nos digan que han sido curados; buscamos grandes hechos; vamos a santuarios donde oímos se producen milagros; buscamos a oradores y envagelizadores que nos den razones para creer, para convencernos que Jesús, el Mesías enviado por el Padre, es el Hijo de Dios verdadero.

Y, quizás, piensa que tú no estás paralítico. A mí me sucede lo mismo. La realidad es que tenemos nuestros corazones paralíticos y enfermos. Necesitamos el masaje de la fe para que nuestros corazones se pongan en marcha y latan con latidos de fe. Necesitamos levantarnos y ponernos en marcha; tomar nuestra camilla, donde habíamos dejado tumbada todas nuestras esperanzas e inquietudes, y ponernos a caminar. A caminar acompañados de la misericordia de Dios.

Porque, estamos perdonados, estamos salvados siempre que, como aquel paralítico, nos pongamos, por nosotros mismos o llevados por otros, delante del Señor. Sí, el Señor quiere salvarnos. Él nos puede curar nuestras parálisis, tiene poder para eso y mucho más. Es Dios, el Creador de todo lo visible e invisible, pero no te puede salvar sin tu permiso. Te ha creado libre, con poder de decisión, y serás tú quien decidas si quieres curarte, no para un rato en este mundo, sino para siempre.

Para eso, necesitas ser perdonado. Por eso, la alegría de Jesús es poder perdonarte tus pecados contando con tu dolor y arrepentimiento. Sí, Señor mío, me pongo a tus pies con todo el dolor de mi corazón y arrepentido de todas mis faltas imploro tu Misericordia y Perdón. Amén.

jueves, 11 de enero de 2018

DUREZA DE CORAZÓN

Nunca dejaremos de insistir, ni de insistírnos a nosotros mismos, que la oración es vital. Vital para no alejarnos del Señor y sostenernos en su presencia, porque de eso dependerá nuestra firmeza y nuestra fe. Y, también, la suavidad de nuestro corazón. Porque, lejos del Señor se nos endurece el corazón y rechazamos su Palabra. Por lo tanto, pidamos tener un corazón suave y dispuesto a oír la Palabra del Señor.

Y oír no es lo mismo que escuchar. Podemos oír ruido, pero no saber que significa ni de dónde viene. Tendremos que atender y escuchar. Es decir, entender que se nos dice y abrirnos a eso que se nos dice. Ser dócil y obediente en hacer vida esa escucha de la Palabra en nuestro corazón. Posiblemente, esa sea nuestra más grave lepra, la lepra de escucharnos a nosotros mismos y de actuar según nuestros intereses y proyectos.

Se trata de silenciar nuestro interior y apartarlo de posibles distracciones que el mundo nos propone para, en silencio poder escuchar con serenidad y paz la Palabra del Señor. Escucharla para obedecerla y llevarla a la vivencia de nuestra vida. Y no es fácil, pues los golpes de la vida y nuestros propios fracasos se encargar de hacernos dudar de la Palabra de Dios y sembrar nuestro corazón de dudas y desconfianza. El camino se hace cuesta arriba y la adversidad hace presencia.

Son esos momentos que la cruz se hace pesada y nos amenaza con derrumbarnos y sentir deseos de abandonar. Se nos endurece el corazón y apenas nos hemos dado cuenta. Recemos para no perder en esos momentos la presencia del Señor. Él está con nosotros y en esos momentos está aún más cerca. Necesitamos pedirle, como el leproso del Evangelio, que nos cure, que nos dé fuerza y nos limpie nuestro contaminado corazón. Limpia, Señor, mi cuerpo de la lepra de la duda y el desánimo, y sosténme firme y dispuesto a seguirte con mi cruz.

Yo, como aquel leproso, proclamaré que Tú eres el Hijo de Dios y que has venido para, no sólo curar al hombre de sus enfermedades, sino a salvarlo definitivamente de la muerte eterna. Sí, Señor, nuestra esperanza y nuestra fe es Resucitar contigo y vivir a tu lado para Siempre. Amén.